sábado, diciembre 20

...de poesía, filosofía, sociología...

Estimados navegantes, capitanes de barcos hundidos en épicas batallas navales. Ustedes que especularon al situarlos en una esquina, se sintieron desvanecer al oír en boca del enemigo aquél perturbador bombardeo sobre su oculto A1...
Luego de ya varias lunas sin tocar tierra alguna, he dado por fin en un puerto aliado. Aprovecho la situación para enviarles una nueva reflexión que atañe a la alegoría de la caverna, y a mi estimadísimo Ruben Darío.
Figúrense en primer lugar un hombre, enmarcado en un aire de realismo mágico, elevando a más no poder su espíritu con las alas de la poesía:

Para ir al azul do van las bandolinas,
hay que pensar y hacer y bregar y soñar,
salpicándose con las espumas del mar
de tempestades infernales y divinas.

De mi triste cornona, ¿cuántas son las espinas?
Pues, una a una, apenas me las puedo arrancar.
Recuerdas mis confianzas, pues las ruges, ¡oh mar!
¡Y recuerdas mis penas, ruiseñor, pues las trinas!

Vos de fuerza o dulzura en la gloria del día,
bajo los vastos cielos, sobre los océanos,
inclinemos la frente ante la Poesía.

Dejémonos de palabras y gestos vanos;
y puesto que el instante es bueno todavía,
¡levantemos los ojos y juntemos las manos!

"Para ir al azul...", Rubén Darío
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En fin, entre uno y otro suspiro, supongan el sujeto se ve interrumpido por otros, que se dirigen incestuosamente al mismo, dándole a entender que su actividad literaria pone en duda su sexualidad. Supongamos también que luego le hablen sobre infinitas vanalidades acerca de su repugnante cotidaneidad consumista.
Luego, que lo presionen de una y otra forma para que acceda a su mismo tipo de vida, mismas costumbres, mismo escepticismo, etc. Que lo amenacen con toda una vida en soledad si acaso no accediese a unírseles; que fuese obligado a comparar tamaño y forma de innumerables senos y trastes de mujeres ortopédicas, a manejarse según los criterios estéticos de la moda, a embriagarse rutinariamente, a ver programas de televisión que no sólo no educan, sino que deseducan al espíritu...
Digamos, que si aquella persona había antes cobrado alas, y estaba abandonando la caverna, los otros, por mera insensatez, le dieron de a escopetazos a más no poder para que aterrice de cabeza a la tierra de la oscuridad y la doxa, u opinión.
Ahora sí, introducidos de ese modo, comprenderán las palabras de Platón.
Por cierto, quise simplemente graficar la situación empleando los recursos mínimos, por lo que tal vez no les maraville la poesía, ni el relato planteado. Apunto, en realidad, a lo siguiente:

"Es natural, desde luego -dijo, que haya que extrañarse de que, al pasar un hombre de las contemplaciones divinas a las miserias humanas, se muestre torpe y sumamente ridículo cuando, viendo todavía mal y no hallándose aún suficientemente acostumbrado a las tinieblas que le rodean, se ve obligado a discutir, en los tribunales o en otro lugar cualquiera, acerca de las sombras de lo justo o de las imágenes de que son ellas reflejo, y a contender acerca del modo en que interpretan estas cosas los que jamás han visto la justicia en sí?"
La república, Platón. Prólogo del libro sexto.

En fin, no es más que la incomprensión hacia las grandes mentes, y hacia todos aquellos que estén un paso adelante. Es catalogar de loco a quien toma conciencia. Es bufonearlo, es encerrarse en el consumismo, en la superficialidad, es revolcarse en el barro hediondo de esa caverna, y negarse a creer en algo más. Es negarse a soñar, amigos, y negarle la posibilidad de soñar a los demás.
Pobre de aquél, que haya visto las cosas desde arriba, y no encuentre palabras en este vulgar idioma para hacernos entender una realidad otra.
Sin más, me despido desplegando el catalejo al tiempo que firmo esta carta y me dispongo reembarcarme.